Fernando Lugo gobernará el país desde el 15 de agosto en medio de una creciente pobreza y de complejos intereses políticos y económicos, elementos que pueden llevar al país a serios conflictos sociales y a una frágil gobernabilidad.
Ña Beti no sabe muy bien cómo viene la mano con el «cambio». A sus 60 años, ella, en su puesto de yuyos, mortero, hielo y agua para el tereré, en la Plaza de la Libertad, ha visto pasar la historia creyendo que nada en su vida sustancialmente cambiaría. Ha visto muchas cosas y ha sobrevivido a muchos hombres; hombres que de lustrar zapatos quedaron en la plaza al lado de su Tres Leones y un apero de lana deshilada; hombres como Roberto, «Rambo», que cambiaban intermitentemente bancos de madera de la plaza por celdas de cárcel.
Beti, con su oficio de vendedora de tereré, ha dado de mamar, comer y vestir a más de cuatro hijos en su casita: un poco de madera, un poco de «material», de Barrio Obrero.
–¿Qué pensás Beti del nuevo gobierno?
–¿Mba’emo nde?, responde tratando de encontrar un sentido a las cosas. Y, repasando con las manos enflaquecidas sus canas, esgrime una respuesta tranquila y sin convicción: «Ha jahecha va’erãngo».
Ella tiene pocas aspiraciones para sí. Un día se ilusionó con la pensión para «amas de casa» o jefas de hogar que estuvo promoviendo Leni Pane, ex defensora vecinal de la Municipalidad de Asunción y ex directora del Indi. «Pero japupareiko la ojeheœéva», sentencia medio aburrida Ña Beti.
Rita Álvarez tiene otra actitud. En las elecciones, ella, una dirigente de los «trabajadores autónomos» del microcentro, trabajó por la candidatura de Fernando Lugo y por la de Aída Robles para diputada, en Central, por Tekojoja. «Claro que todo va a cambiar. Nosotros tenemos que hacer que todo cambie», sostiene, audaz y poderosa.
En las elecciones del 20 de abril, el 40% de la gente votó al «cambio», un cambio propiciado por un abanico de fuerzas políticas en torno de Fernando Lugo, de las cuales, el plra puso la mayor base electoral.
¿Qué es el cambio y cuál cambio?
El pedagogo Melquíades Alonso, en un acto organizado en la Facultad de Filosofía con presencia de Fernando Lugo, esbozó la imagen que la gente asocia con el cambio, señalando lo siguiente: «La gente no quiere más justicia, quiere justicia»; «no quiere más salud, quiere salud».
Aquel 20 de abril, de sol nítido y luna clara, estallaba nuevo e incierto. «Yo viví esto. Esto es historia», irrumpió Carlos González, entonces presidente del tribunal electoral del plra, al abrazarse con Sergio Brítez, estudiante de Derecho, también de «familia liberal», durante los festejos alrededor del Panteón de los Héroes.
El Partido de los Trabajadores, que presentó a la presidencia a Julio López, se jugó igualmente a la idea del «cambio», pero con una frase más radical que hasta ahora subsiste en algunas paredes urbanas: «Cambiamos todo o no cambiamos nada».