viernes, 7 de noviembre de 2008

Letra , sopa y arpa paraguaya



Crónica de un acto.

Fátima Rodríguez, Redacción APE-Buenos Aires

Jueves a la noche. Plaza Once, Buenos Aires. Unas 50 personas apretujadas en el Auditorio Francisco Mandariaga de la Sociedad de Escritoras y Escritores Argentinos. Un presentador explica que la próxima poesía es leída por “la mujer del poeta” luego la otra, por el “el hijo del poeta”.


El poeta sonríe como un padre que ve nacer a un hijo. Crispín Ortíz, oriundo de Tobatï, es el poeta y su primer libro “Memoria de Polen” es acogido en Buenos Aires como ocurre con él y sus hijos que debieron conformarse con la añoranza del Paraguay desde la época de la dictadura.

Los especialistas en poesías de poetas saben lo que dicen. Y dicen que los poemas de Crispín Ortíz evocan mucho los orígenes del hombre y del guaraní. Los poemas calan más hondos en unos que en otros y el poeta está más calado de alegría inmensa que las muchas alegrías privadas que tenían todos juntos todos los que están ahí esa noche.
Olor a sopa paraguaya y empanadas alegran olfatos desde la sala contigua. Este es el último dice el poeta y lee un poema sobre palomas y vuelo. Cuesta llegar a la mesa de la comida como en todas las presentaciones de libros, pero nadie puede quejarse de la exquisitez de la sopa.
Un arpista y un guitarrista abren espacio y tocan “Pajaro campana”. Una chica de typoi y pynandi comienza a bailar para la muchedumbre; se pone dos botellas en la cabeza y logra el aplauso de todos. El poeta, mientras tanto, sigue firmando autógrafos y recibiendo saludos.
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