domingo, 11 de abril de 2010

Una aproximación al Ejercicio de la Memoria


Los Docentes, la enseñanza de la historia y las luchas por mantener las memorias en los Colegio

Opinión.

Ariel Alejandro Acosta Sánchez

Lic. en Historia y Docente.

arielejandro@terra.com

“Hay un pasado que fue y sigue siendo,

y otro que fue y “es sido”, es decir, ya no es.

La memoria tiene que ver con el pasado ausente,

el de los vencidos.”

Yosef Hayan Yerushalmi.



Introducción.

La historia Paraguaya reciente, y en particular la referida a la última dictadura militar, entre los años (1954-1989), la del Gral. Alfredo Stroessner, casi no ha llegado a los colegios atreves de los diseños curriculares; a pesar de los pocos intentos desde la malla curricular de la enseñanza media, para no decir que el intento de incluir materias de Derechos Humanos es nulo.

La lucha por la Memoria

Hablar de memoria implica hablar de recuerdos, olvidos, actos, silencios, gestos, fracturas, muertes, torturas, desapariciones, saberes y emociones que se conjugan en las diversas interpretaciones sobre el pasado. De este modo, se van construyendo varias narrativas que intentan legitimar y transmitir una versión del pasado por lo que se producen conflictos y disputas, es decir, luchas por la memoria. “Hay olvidos que son usados o que son usables para ciertos fines, con otras palabras, los usos del olvido sugiere olvidar algo, o puede ser un mero no recordarlo, que puede convenirnos olvidar (algo)…Olvido, recuerdo, conveniencia, perjuicio… Es posible entonces, usar el olvido. Pero, ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?”[1]

En la elaboración del pasado cercano es posible reconocer diversas narrativas, tanto por su procedencia y formato, como por sus interpretaciones. Distintas disciplinas académicas y prácticas culturales (cine, teatro, periodismo, literatura, etc.) han abonado con sus aportes el campo de la memoria.

Asimismo, distintos actores sociales -así como diversas iniciativas y procesos-, han ido construyendo relatos para explicar qué pasó (y por qué) durante la última dictadura militar en el Paraguay.

Que esta reflexión se encuentre aún pendiente no implica eludir la historia paraguaya reciente ni soslayar el deber de transmitir y construir una memoria en y desde el colegio. Por el contrario, se deben reforzar estas funciones a la vez de comenzar a ensayar explicaciones más complejas para entender qué sucedió y por qué. En esta tarea, puede ayudar la interrogación acerca de las tradiciones y condicionamientos que rodean y tensionan a las escuelas y los profesores.

Tradiciones escolares

La transmisión escolar de la historia y la memoria es una tarea ineludible, pero no nueva. Los colegios, desde siempre pero no todos, han transmitido una memoria, han forjado una identidad y han formado ciudadanos, aunque hoy intenten hacerlo de manera diferente. Sin embargo, aquellos sentidos, contenidos y modos de hacerlo, largamente sedimentados, persisten y resulta pertinente revisar.

Nos referimos a la ilusión de neutralidad del colegio y la habitual consideración de los docentes como profesionales imparciales, esto se vuelve complicado para aquellos docentes que pertenecen a una escuela tradicional en la que para mantenerse en sus cargos de docentes acuden a banales cursos de actualización, que sin desmeritarlos, no significa que tengan la autoridad moral y mucho menos el conocimiento, el tacto y la imparcialidad de trasmitir un pasado reciente que ha significado un trauma para una parte de la población que ha sufrido o de alguna manera lo ha tocado, sea como por ejemplo la desaparición de un familiar, la tortura, la muerte, etc..

La idea de que el colegio como espacio neutral encuentra sustento en su histórica función inclusiva y universal; la idea de que al colegio, supuestamente, nunca le ha importado los orígenes, las ideas o las creencias. Aunque sabemos que esta neutralidad nunca fue tal, sigue siendo una ilusión pertinaz. Y, como todas las ilusiones, tiene algo de cierto: el colegio debe ser un espacio donde la igualdad sea posible. Con todo, la idea de neutralidad tensiona la enseñanza de la historia reciente. En ocasiones, los padres reclaman “objetividad” a los profesores; los directivos demandan “imparcialidad”, mientras que algunos docentes sienten que no deben “manipular” a sus alumnos y que “lo político” debe quedar fuera del aula. Sin embargo, la enseñanza del pasado reciente y la construcción de la memoria comporten desafíos éticos y políticos, teniendo en cuenta que tanto para su investigación como para su enseñanza implica problemas delicados, pero justamente por el tipo de valores que involucra, su enseñanza es urgente e imprescindible.

Impacto en la enseñanza

El objeto de la historia como ciencia ha evolucionado en el transcurso de los años, lo que es un reflejo de su enriquecimiento teórico y metodológico, pero esto no ha significado que exista un acuerdo total entre los que se dedican a su investigación y de manera particular a su impacto en la enseñanza de la asignatura.

Al comienzo del siglo XXI, se ve una necesidad urgente de preservar la identidad de cada país, frente a la oleada gigantesca de la globalización neoliberal que vive el mundo, la que sin duda destruye la historia acumulada por los pueblos, sus tradiciones y costumbres, imponiendo nuevos patrones que nada tienen que ver con la historias de nuestros pueblos. La enseñanza de la historia es un importante vehículo para que esto no suceda, pues al involucrar a las nuevas generaciones en actividades que generan conocimientos, hábitos, actitudes y valores, estamos creando una sociedad que será capaz de mantener su cultura.

A los docentes nos exigen tomar posición porque nos emplazan a transmitir valores, y justamente la educación es eso, trasmitir un legado. Y la escuela también, desde siempre, ha transmitido valores e ideales, como la justicia, la igualdad, la libertad y, más recientemente, la democracia. Pero cuando estos valores deben combinarse con el tratamiento de procesos históricos, actores, intenciones y acciones concretas, cercanas, polémicas y dolorosas-, la tarea se vuelve más difícil. Sobre todo porque en la escuela muchas veces circula una lectura restrictiva sobre lo político (asociado a lo institucional, lo partidario, lo doctrinario etc.). Aquí podemos sacar un análisis crítico de los textos que utilizan generalmente los colegios privados, que son de afamadas editoriales extranjeras que sus en textos se encuentran viciados de erróneas interpretaciones que quedan en la cabeza de los chicos y que deberían de revisarse urgentemente.

Frente a la naturaleza política y los desafíos éticos que tiene y plantea la enseñanza de la historia paraguaya reciente, los profesores muchas veces son leídos –y se leen a sí mismos- como profesionales que deben dejar de lado su biografía, sus experiencias y sus memorias. Tarea difícil, si la hay, dejar de lado la vida cuando entramos a la escuela. En este caso, puede ayudar lo que plantea Jaume Trilla: “pensar que la neutralidad y la beligerancia no son tanto maneras genéricas de ser o de pensar, sino maneras de actuar en determinadas situaciones”. En cualquier caso, resulta importante que se tenga en cuenta que educar es un acto político (porque transmite valores, porque forma para una ciudadanía democrática) y que mantener una posición neutral (por ejemplo omitiendo nuestros juicios de valor) no implica no intervenir.

Es importante mencionar en este caso al pedagogo Paulo Freire quien menciona que la educación tiene que emerger y liberar, sino la educación no sirve. Desde la consideración de las tradiciones escolares, es posible decir que esta estrategia responde a la ilusión de neutralidad de la escuela tanto como a creer que los docentes no pueden intervenir en las controversias.

Ante esta escena, ante esta estrategia del debate, surgen más interrogantes. Admitiendo la validez de presentar a los alumnos diversas interpretaciones, cabe preguntarse: ¿el tratamiento de la historia paraguaya reciente debe plantearse como una comparación entre interpretaciones diversas sobre el período? ¿Puede quedar el tema en un espacio de debate donde todas las opiniones son iguales? ¿Es deseable que los alumnos saquen solos sus conclusiones sobre el tema? ¿No es necesario decir que existió un Estado que violó sistemáticamente los derechos humanos, asesinando, torturando, censurando, exiliado e imponiendo un régimen de terror? ¿No resulta ineludible decir que esa violencia desde el Estado no es equiparable? ¿No tenemos, como adultos, una responsabilidad?

Y aunque la revisión de las condiciones que hicieron posible la dictadura de Stroessner esté pendiente, aunque resulta cada vez más urgente entramar una explicación más compleja que escape a la pura rememoración y conmemoración, la transmisión de la historia paraguaya reciente y la construcción de la memoria deben estar presentes. Y en esto, los adultos tienen una responsabilidad especial: no es posible dejar a los jóvenes solos frente a la historia sacando conclusiones. Estamos comprometidos en esta transmisión. Tenemos la misión como docentes de trasmitir una historia crítica y digerida, quizás este sea nuestro punto débil. Es por eso que se vuelve más evidente la necesidad de reflexionar sobre las dificultades de la trasmisión y de la memoria entre generaciones. Nuestros alumnos no pueden ser esclavos de nuestra historia, pero tampoco podemos dejarlos huérfanos de referencias. Esta idea invita a pensarnos como adultos y como profesores ante la enseñanza de la historia y la construcción de la memoria. Aquí se bifurcan el camino de la historia y el de la memoria, encontrándonos frente a lo “paradojal”. De hecho que no hay ciencia del dolor y del sufrimiento, sino que hay que olvidar, se necesita de una generación adulta que se asuma como tal, que sea esta, la que pase esos hechos a la nueva generación adulta, sin excluir el dolor y el sentimiento que puedan conllevar esta transmisión. A pesar de estas aflicciones la vida tiene la posibilidad de trasmisión y la educación es eso “trasmitir un legado”. Este legado tiene que emerger y liberar, como decía Paulo Freire: “Si la educación no es liberadora, no sirve”.



[1] Yerushalmi; Josef. y otros. Usos del Olvido. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires: 2006.

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