De España a la Argentina se recrea el extendido éxodo paraguayo
fuente: http://www.prensaescrita.
José, Maggi, Azucena, y la razón principal del nuevo viaje de la pareja paraguaya, Najeli, cuatro años. En Buenos Aires están hace poco más de un mes. Ya están trabajando y piensan ahorrar. |
“En Paraguay te explotan. Te hacen firmar contratos precarios, sin seguro social”. Así describe una pareja de jóvenes paraguayos el padecimiento económico en nuestro país que los forzó, un mes atrás, a su segunda emigración. De España a la Argentina. En Buenos Aires, los nuestros se sienten más contenidos, en micromundos con mucho olor a Paraguay.
Lunes 22 de marzo del 2010. Estación La Noria, Lomas de Zamora, Gran Buenos Aires. El aterrizaje a provincias por Loma de Zamora es abrupto. De los edificios extendidos en la capital argentina, de urbanizaciones bien plantadas y antiguas, de amplias avenidas y poca visión en el horizonte, a la tierra morena, arcillosa, húmeda, de callejas de tierra, aguas servidas, casas más precarias y asentamientos a los costados de las vías de tren.
Al escalar a Lomas de Zamora desde Capital, en la parada de ómnibus del barrio Budge, un señor oferta chipas frente a una agencia paraguaya de encomiendas en un guaraní sin amagues. A su ocasional cliente, una mujer, le sorprenden la foto que le tomamos y también la pregunta en guaraní sobre el costo de la chipa. Se ríe.
Más que impresión
No era solo la primera impresión. La escala al mundo paraguayo estaba definida. Y si bien el taxista que nos llevaría a la casa de nuestros próximos entrevistados se sorprende porque le preguntamos la dirección en guaraní, arranca el motor y se dirige sin perder el tiempo. Unas diez cuadras de precaria urbanización nos conducen a la casa de Azucena Miegues, una paraguaya que llegó a la Argentina el 19 de mayo de 1962, en el buque Ciudad de Asunción, hundido poco después. Ella recuerda ese día en que con sus hermanas y sus padres escaló en el Río de la Plata, donde no todo lo que brilla es oro, diría el cantautor Ulises Silva.
Azucena recibió un mes atrás a su sobrina Magdalena (Maggi) Miegues (26), su pareja José López (28) y a la hijita de sus sueños, Nayeli López Miegues, de cuatro años: razón de la primera emigración a España y razón más que segura del segundo viaje de los padres, esta vez a la Argentina, ya con ella. Al padre le gusta el bar, como negocio. Ella había estudiado informática. Ambos, acá, en Paraguay, vivían en barrio Republicano.
“En Paraguay te explotan. Te hacen firmar contratos precarios, de dos o tres meses”, sostiene Maggi, un poco molesta todavía por la reciente papera y algo incómoda por la entrevista.
“En Paraguay, en mi caso, incluso el contrato (en su último trabajo de seguridad) ya era con la renuncia incluida”, agrega José, de hablar sereno y preciso.
“En Paraguay te da apenas para aguantar. Los servicios son muy caros y no existe seguridad social. Acá se aguanta mejor y queda algo para el ahorro”, refuerza Maggi, en una extendida y ya más distendida conversación.
-¿Qué pasó en España?
“En España estaba muy fea la historia. Los policías ingresaban en los locutorios los domingos y recorrían las plazas. Era ya todo muy hostil. Sobre todo para los hombres...”, responde José.
En Buenos Aires, la pareja encuentra mucha más contención. Maggi, José y Nayeli viven en la casa de la tía, con primos e hijos de estos y en las cuadras aledañas cuentan con parientes y criaturas con quienes Nayeli puede jugar. Y ya va a la escuelita.
Azucena, la tía, acude al centro cultural del barrio donde los domingos come asado, sopa paraguaya, escucha polcas y habla guaraní. “Yo aprendí acá a hablar guaraní. En Asunción, de criatura, estaba prohibido”, resume Azucena. A Maggi no le gusta “todavía” esas tertulias coterráneas, nos dice más en la intimidad Azucena, como previendo que el futuro de su sobrina será afirmarse en el idioma y en otros símbolos paraguayos como la música, el termo revestido en cuero con una banderita paraguaya y su morterito para achacar los yuyos.
Maggi cuida a una señora mayor y José trabaja en albañilería, el oficio que ocupa a un 56% de los paraguayos en Buenos Aires, de acuerdo a un censo realizado por el Estado argentino, encargado al sociólogo Sebastián Bruno.
En la plaza de Asunción
Ya en la plaza de la Libertad, Asunción, el pasado sábado, Juan Pintos, de 45 años, recuerda ese clima hostil que viviera en Madrid. “Hasy upépe enterove mba’e. Ndaigustói. Opa la contrato ha “opa la amor”, comenta, en una conversación con otros vendedores ambulantes. Acá, a su retorno, retomó la venta de películas y músicas en CD.
En España
Unos dos mil paraguayos habitaban España hasta el 2000. De esta fecha al 2009, noventa mil compatriotas habían emigrado a tierras ibéricas. Este fenómeno causó estragos en núcleos familiares, impactó fuertemente en la circulación de dinero en nuestro país y generó una suerte de economía familiar dependiente, en muchos casos, de las remesas. “En Paraguay el Código Laboral es un papel inútil”, remata Maggi, muy disgustada por el destierro prematuro que lo alejara por dos años de su hijita.
Muchas cosas más conversamos con la pareja y con Azucena, antes de dirigirnos a nuestra segunda entrevista de aquel día otoñal en Buenos Aires.
¿Casualidad? El joven, Diego Vázquez, un operario de taller de suelas, estaba a pasos de la casa de Azucena. De él y otros trabajadores paraguayos recientemente emigrados hablaremos mañana.
Un purahéi jahe’o recorre el fondo de una galería de piezas. Cruzamos la vía del tren. Maggi y José piensan en el retorno, pero no saben cuándo. El retorno, ese recodo de la memoria que muchas veces se funde en nostalgias y en la recreación de la memoria.
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